© E. Moreno Esquibel
Habemus Otello
Bilbao. 17/05/2025. Palacio Euskalduna. ABAO. Verdi: Otello. Jorge de León (Otello). Ermonela Jaho (Desdemona). Claudio Sgura (Iago). Mikeldi Atxalandabaso (Cassio). Vicenç Esteve (Rodrigo). Anna Tobella (Emilia). Fernando Latorre (Ludovico). José Manuel Díaz (Montano). David Aguayo (Un araldo). Ignacio García, dirección de escena. Francesco Ivan Ciampa, dirección musical.
Poner en pie una ópera del calibre de Otello verdiano no es tarea fácil y salir airoso del empeño tiene mucho mérito. Vaya por delante pues la enhorabuena a ABAO por poner tan buen broche a su presente temporada lírica -la siguiente se anunciará, por cierto, a comienzos de junio-.
Todo tenor que se aprecie se ha sentido tentado en algún momento con cantar el rol verdiano de Otello. Muchos son los que lo han intentado, pocos, en realidad, los que han conseguido mantener el papel en su repertorio. El tenor canario
Jorge De León debutó con esta parte en el teatro Cervantes de Málaga
en el año 2019. Desde entonces solo había vuelto a cantar el papel en el Liceu,
en el año 2021 con Gustavo Dudamel y ahora tiene previsto volver a interpretarlo en septiembre, para abrir la próxima temporada del Teatro Real de Madrid, en el mes de septiembre.

A tenor -y nunca mejor dicho- de lo escuchado en el Euskalduna de Bilbao, la autoridad vocal de Jorge De León con este rol es incontestable. Con un instrumento grande, sonoro, voluminoso, de insultante presencia en el tercio agudo, abordó el papel con una sensación de firmeza y comodidad que rara vez se encuentra. Habemus Otello.
Y dicho esto, no obstante, lo más notable de la interpretación de Jorge de León en Bilbao fue el nivel de introspeccion psicologica y expresiva que el tenor canario mostró haber logrado con este papel, llevando al torturado moro de Venecia por un auténtico via crucis. El tenor canario frasea, incide, expresa, incluso recoge la voz con una intención manifiesta, y todo esto rematado por un poderío vocal soberbio en los pasajes más dramáticos. Hubo grandes instantes durante la representación, pero me quedaría sin duda con sus dos monólogos “Ora e per sempre” y “Dio mi potevi", donde vimos a un Otello genuino, en la senda de los más grandes.

Partenaire fundamental para el éxito de la velada fue la soprano albanesa Ermonela Jaho, quien encarnó a la perfección la pureza angélica del rol de Desdemona, con una vulnerabilidad palpable, dando voz a la fragilidad del personaje a las mil maravillas. El arte de Jaho es singular, con esa capacidad inimitable para recoger el sonido y sostenerlo en un hilo finísimo que pareciera ir a quebrarse pero que resiste siempre, provocando un nudo en la garganta de los oyentes. Bravísima.
Algo más discreto sonó el Iago de Claudio Sgura, menos rico en acentos, menos variado en su expresividad y en general un tanto envarado y rígido en escena. Cumplidor, qué duda cabe, pero Iago es un papel sibilino y complejo al que se le puede sacar mucha más punta.
Muy buen elenco de comprimarios, destacando una vez más el oficio y buen hacer de Mikeldi Atxalandabaso (Cassio), la buena proyección vocal de Anna Tobella (Emilia), así como el atractivo timbre de Vicenç Esteve (Rodrigo) y el empaque de Fernando Latorre (Ludovico).

El foso estuvo finalmente ocupado por la Sinfónica de Kiev, en lugar de la formación originalmente prevista, la Sinfónica de Bilbao. De mutuo acuerdo la gerencia de la orquesta y la directiva de ABAO decidieron rescindir el contrato para estas funciones, ante la posibilidad de que los músicos convocasen nuevas jornadas de huelga que pudieran poner en entredicho la propia realización de las representaciones. Lo cierto es que el desempeño de los músicos ucranianos fue intachable. Se percibió de hecho un especial entusiasmo en su desempeño, con especial desenvoltura en el caso de las cuerdas, muy entonadas. Convenció también el Coro de Ópera de Bilbao, sonando esta vez con empaque y sin desajustes.
Al frente del podio se situó el maestro italiano Francesco Ivan Ciampa, de gesto elocuente e incisivo, y quien dejó detalles de mucho talento. Excelente concertador, se afanó en frasear y desgranar el poderoso calado emocional de la partitura. Ya desde el comienzo mismo de la representación, con esa colosal tormenta que pinta Verdi, quedó claro que íbamos a disfrutar de una versión musical consistente, con una tensión constante, sin prisas pero sin pausas y con una buena conexión entre foso y escena.

La propuesta escénica de Ignacio Garcia resultó más bien austera y sencilla en el plano visual, sin grandes pretensiones en este sentido. Pero fue en todo caso resolutiva, se antojó honesta y está adornada por muy buenos detalles en la direccion de actores, que es sin duda el punto fuerte de este trabajo.
Pequeños detalles aquí y allá, atinados simbolismos y una impresión general de trabajar en favor de los cantantes y su mejor disposición escénica para el desempeño vocal contribuyeron a redondear la buena impresión del trabajo escénico de Ignacio García.
Estrenada en 2015, precisamente en la temporada de ABAO, la producción cambio esta vez el vestuario de Lorenzo Caprile por unas creaciones de Gabriela Salaverri, quizá menos vistosas pero a la vez más funcionales para el desempeño teatral de los solistas.
Fotos: © E. Moreno Esquibel