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Jorge de León: "A Otello no hay que tenerle miedo pero sí respeto"
El próximo 17 de mayo el tenor tinerfeño Jorge de León (San Cristobal de La Laguna, 1970) protagonizará la primera de las funciones del Otello de Verdi con las que ABAO pondrá el broche a su presente temporada. El cantante isleño retoma el rol desde la última vez que lo cantó en el Liceu de Barcelona, con Gustavo Dudamel, en 2021. En ocasión de estas representaciones en Bilbao conversamos nuevamente con el intérprete, a quien ya habíamos entrevistado previamente en este mismo medio en 2017 y en 2021.
Debutó el Otello de Verdi en Málaga en 2019 y volvió a interpretarlo en el Liceu en 2021, con Gustavo Dudamel a la batuta. Desde entonces, ¿cómo ha evolucionado su mirada sobre el papel?
Sí, yo tenía previsto haber cantado también Otello en marzo de 2020, en la Deutsche Oper de Berlín con James Conlon, pero obviamente las funciones se suspendieron por la pandemia. Volverlo a retomar ahora, desde aquellas funciones del Liceu en 2021, es casi como volverlo a debutar.
Es tal la complejidad del rol, es tal su riqueza… La partitura requiere una enorme concentración, tanto en el plano musical como en el plano expresivo. Verdi sabía muy bien lo que quería contar y cómo lo quería contar. El nivel de detalle con el que escribe sus indicaciones es casi infinito. Por eso nunca terminas de dominar un rol como Otello, por más familiarizado que puedas estar con el papel.
Otello es un papel de enorme intensidad, no hay un momento de descanso y eso añade más presión si cabe al reto que supone interpretarlo. Lo complejo es aguantar, física y mentalmente, y al mimo tiempo ser capaz de estar atento a las dinámicas y sobre todo al texto, donde hay tanto que acentuar y matizar. Por no hablar de la parte actoral, tan importante en este papel, con ese arco emocional tan grande que desarrolla durante los cuatro actos.
Es interesante esto que apunta sobre dosificar las fuerzas mentales y vocales a lo largo de la ópera. Otello es un rol muy extenso y muy intenso. No será fácil administrar los recursos.
No lo es, sobre todo porque esta ópera no tiene límites. En Otello puedes dar todo lo que quieras. La propuesta musical es impresionante, casi un verismo verdiano, un Verdi maduro que consigue ser innovador. La partitura es una auténtica genialidad. Y la música te empuja de tal manera a darlo todo que tienes que aprender a dosificar tus recursos.
Por eso siempre quise esperar a debutar la parte de Otello, consciente de que no se trataba solo de tener la voz sino el conocimiento y la madurez suficientes para dominar las emociones pero sin dejar de transmitirlas. Ese es el gran reto con Otello, intentar que no te arrastre pero lograr expresar toda su riqueza y complejidad, en el equilibrio justo en el que el público entienda y sienta el ímpetu del personaje, lo macabro, lo enamorado y lo frágil que es, todo al mismo tiempo.
¿Cuándo le propusieron cantar Otello por primera vez?
La primera vez que alguien me propone cantar Otello fue Zubin Mehta en Les Arts, en 2013. Yo entonces estaba muy vinculado al teatro valenciano y Zubin me había dado algunas oportunidades importantes para mi trayectoria. Y creía tanto en mí que me propuso cantar Otello, pero ya digo, hablamos de hace más de diez años.
Yo entonces tenía seguramente ya la voz para haberlo podido cantar, pero desde luego no tenía la madurez interpretativa y profesional como para poderlo resolver con la confianza con la que lo hice en Málaga en 2019 y después en el Liceu, en 2021.
Otello es un verdadero capolavoro y yo fui consciente entonces de que tenía que pasar antes por otros papeles y tener un mayor rodaje antes de meterme en su piel. A Otello no hay que tenerle miedo pero sí respeto y yo en aquel momento se lo tuve y preferí esperar. A día de hoy creo Otello que se puede convertir en un papel emblemático de mi repertorio actual.
Mencionaba antes la proximidad expresiva al verismo de este Verdi maduro. Y ciertamente dada la carga emocional y la escritura vocal, no está mal visto apuntar esa conexión, por más que el verismo será una corriente muy concreta y circunscrita. Pero es verdad que quizá hay algo de “verismo verdiano”, como usted decía ahora, en ese acercamiento a la obra de Shakespeare.
Sí, y en este punto habría que recordar la gran labor del libretista Arrigo Boito, quien logra recrear un texto muy fiel a la obra Shakesperiana. Verdi sintoniza de una manera increíble con esa manera tan sintética e intensa de contar las cosas. En apenas trece compases, por ejemplo, nos presenta a Otello con el ‘Esultate!’, de una manera apabullante pero que no deja lugar a dudas. No hablamos de una romanza al uso, como el ‘Celeste Aida’, por ejemplo. Pero en media docena de compases tenemos ya al personaje en escena con toda su fuerza, arrojo y valentía, y con todo su poderío vocal.
Es cierto que el verismo está marcado por una serie de características y es una corriente muy específica. Pero Verdi abundan en una suerte de verismo particular, si es que podemos hablar en esos términos. Es genial, por ejemplo, la manera que tiene Verdi de posicionar a Desdémona en la luz, con una música siempre dulce y angelical a su alrededor, mientras que Otello está asociado a una música mas oscura y turbulenta, en contraste con lo intrigante y serpenteante que caracteriza a Iago, un personaje espectacular.
La relación entre Iago y Otello es otra de las genialidades de este trabajo conjunto entre Boito y Verdi. La admiración mutua se quiebra de tal manera que Iago se deja llevar por un instinto casi criminal, de tal modo que en cuanto ve la fragilidad de Otello, se ofusca y muerde en la herida para hacerle más y más daño. Y toda esa complejidad psicológica y emocional tiene además un desarrollo musical realmente apabullante.
El Otello de Verdi lleva aparejada la fama de ser un rol imposible, un papel que todo tenor ansía cantar pero al mismo tiempo un rol con el que no pocos cantantes se han estrellado.
Otello es un papel icónico y es una tentación para cualquier tenor, eso es cierto. Pero al final todo se trata de tener o no tener los medios adecuados para cantar la parte. Yo a día de hoy, por ejemplo, no sería el tenor adecuado para el Alfredo de La traviata, por más que lo pueda cantar, obviamente, pero mis medios no son, por color y por empuje, los que pide ese papel. Y lo mismo pasa con Otello. Hay colegas que tienen la experiencia, la intuición, el talento y la técnica para poderlo cantar, pero no todos tienen los medios para hacer justicia a una música grandiosa, voluminosa, extensa… No es lo mismo cantar el ‘Esultate!’ a piano en una sala de ensayos que verse rodeado de todo el coro y con la orquesta en el foso, teniendo que llenar un teatro con tu voz, haciéndote presente.
Y habiendo hecho el Don Álvaro de La forza del destino, que debutó en la Deutsche Oper de Berlín en 2023, ¿cuál de los dos roles diría que es más duro y exigente?
En mi caso, sin duda, diría que es Otello; ya digo, por su complejidad, por su riqueza… Don Álvaro es un personaje más arquetípico, más romántico, nada que ver con el atormentado Otello. Es verdad que la tesitura de Don Álvaro es algo más aguda que la de Otello, pero al final no deja de ser un papel algo más lírico. Los dúos con el barítono son exigentes, qué duda cabe, pero al final la planta de guerrero de Otello, con su vanidad y su gloria, con su vida tormentosa, con su condición racial, juzgado por todos… todo eso añade una gran complejidad al papel, ya digo, distinta del Don Álvaro, que es un enamorado romántico más al uso. Hay en Otello frases durísimas, como ese “anima mia, ti maledico”, que resumen la complejidad psicológica del personaje, muy lejos a mi parecer del Don Álvaro de La forza del destino, que no deja de ser un papel exigente, qué duda cabe, pero de otra manera.
¿Qué cabe esperar de estas funciones en Bilbao?
Estoy realmente muy contento con el elenco que ha reunido ABAO para estas funciones. Es maravilloso el buen ambiente y la disponibilidad de trabajo. Yo he trabajo mucho con Ermonela Jaho y no tengo sino palabras de alabanza hacia su arte y entrega. Es muy emocionante lo que ella hace con el papel de Desdemona. Claudio Sgura, aparte de ser altísimo (risas) es también un gran artista, se mimetiza con el rol de Iago de una manera espléndida. Con el maestro Francesco Ivan Ciampa he trabajado también en varias ocasiones y tiene una mano experta, conoce muy bien el oficio y las necesidades de los cantantes. Y respecto a la producción, que es de corte clásico, creo que logra al mismo tiempo subrayar la actualidad de esta partitura.
¿En qué sentido?
Lo que vemos en el Otello de Verdi es algo tremendamente actual, lo comentaba estos días en Bilbao con Ignacio García, nuestro director de escena. La violencia, los celos, el racismo, la guerra… todo eso está a la orden del día, no ya a nivel del orden internacional sino también a nivel doméstico, en nuestras escuelas, etc. El coro de esta ópera, pidiendo más y más violencia, es lo más parecido a las redes sociales de hoy en día, donde se ha normalizado el odio de una forma terrible.
El mar es un elemento muy presente en esta ópera. Como cantante isleño imagino que habrá reparado en ello.
Por supuesto. Otello es una obra en la que el mar juega un papel importante. El mar se escucha a menudo en la partitura de Verdi, como en ese oleaje de las cuerdas que introduce el ‘Dio mi potevi’. El mar es siempre algo fascinante y amenazante, al mismo tiempo. La acción de Otello se desarrolla en la isla de Chipre, un lugar donde todo el mundo está al corriente de todo pero nadie dice nada, hay un secretismo inquietante. El mar ejemplifica de alguna manera la fascinación de Otello por Desdemona; el mar te lo puede dar todo o te puede quitar la vida. Yo siempre escuché esa frase de “no le des la espalda al mar”, que se podría aplicar perfectamente al libreto de Otello, sus celos y las intrigas de Iago.
En su repertorio hay roles ya emblemáticos que seguramente son los que más ha cantado a lo largo de los años. Pienso en Radames, en Cavaradossi, en Calaf, en Canio… Pero al mismo tiempo echo de menos algunos roles que a priori encajarían a la perfección con una vocalidad como la suya. Pienso en el Dick Johnson de La fanciulla del West, el Samson de Saint-Säens e incluso el Maurizio de Adriana Lecouvreur. No sé si estos roles están en su horizonte más inmediato.
Bueno, desde luego que sí, los quiero debutar más pronto que tarde y con algunos de ellos hay ya posibles propuestas sobre la mesa. Fanciulla y Adriana, especialmente, son dos títulos que quiero incorporar a mi agenda lo antes posible. Ese es el repertorio sobre el que me gustaría que mi carrera pivotase en los próximos años, sin olvidar la zarzuela.
La zarzuela, ya que lo menciona, ha estado siempre muy presente en su agenda, ya desde su mismo debut en 2003 con La bruja de Chapí. Tengo sin embargo la sensación de que una vocalidad como la suya tiene menos acomodo en el desarrollo vocal que ha conformado la zarzuela. Hay, por decirlo de otra manera, menos títulos en nuestro género lírico para una voz como la suya y son además títulos que se hacen poco o raramente.
Sí, hay zarzuelas como La leyenda del beso, La villana o La Dolores donde me sentiría muy cómodo, vocalmente hablando, pero el tejido escénico de la zarzuela en España es el que es. Más allá del Teatro de la Zarzuela y la temporada lírica de Oviedo, apenas hay ocasiones de programar zarzuela y eso condiciona la apuesta por títulos menos frecuentes.
Y falta también, a nivel general, un mayor esfuerzo como país a la hora de intentar coproducir zarzuelas con teatros de fuera de nuestro país para mostrar nuestro patrimonio lírico más allá de nuestras fronteras. Yo he cantado zarzuela en la Scala de Milán y el público enloquecía con nuestra música. Y los colegas, los cantantes de otros países, adoran las melodías de la zarzuela y muchos de ellos incluyen romanzas en sus recitales, de modo que estarían encantados de poder cantar nuestra música.
Yo tengo por otro lado un empeño personal para intentar traer a España la zarzuela Amalia Batista del maestro cubano Rodrigo Prats, que se compuso en plena Guerra Civil española. Es una gran zarzuela, con una carga dramática muy interesante, y me encantaría que se pudiera hacer en nuestro país.
En una entrevista de hace un tiempo con su compañera y colega Sabina Puértolas sacamos a colación la cuestión de la madurez llegada una cierta edad en la vida de los cantantes líricos. En su caso, habiendo superado ya también los cincuenta, ¿cómo diría que se vive la madurez en la piel de un tenor? Porque tengo la sensación de que a menudo los cantantes, en torno a su edad, es cuando tienen mayor madurez vocal e interpretativa, por más que a menudo nos puedan fascinar más las voces jóvenes y descollantes.
Es un tema importante e interesante. Yo juego con una ventaja porque el repertorio que hago necesita una cierta madurez. El ocaso de la voz de un cantante no es algo fácil de determinar, cada caso es un mundo. Pero por ejemplo un papel como Canio tiene más sentido, precisamente, llegada una cierta madurez. Es complicado cantar Radames con treinta años; se puede hacer, por supuesto que sí, pero a veces más allá de la frescura vocal lo que hace falta es la experiencia en el oficio y la madurez vocal para poder mantener ciertos roles en repertorio.
Por otro lado yo empecé relativamente tarde mi carrera y por eso quizá mi madurez se extienda algo más. A mí ya me ha venido bien que fuera así, creo que he ido ganando la madurez necesaria para no ser tan osado a la hora de tomar ciertas decisiones, como precisamente ese debut con Otello que antes mencionábamos. Yo no tenía entonces la madurez artística, la calma para manejar la exigencia de un teatro, la exigencia del público, la exigencia de una batuta… Todo eso se aprender con el paso del tiempo y, efectivamente, en ocasiones cuando llega esa madurez y uno está mejor preparado que nunca es cuando menos propuestas llegan, es paradójico.
Cambiando de tercio, ha sido galardonado en dos ocasiones en los Premios Talía. En una ocasión por La Dolores en el Teatro de la Zarzuela y en otra ocasión por Aida en el Teatro Real. Y tiempo atrás fue galardonado como joven promesa en los ya desaparecidos Premios Campoamor. Es decir, hay un reconocimiento palpable a su buen hacer a nivel local. Y sin embargo a veces tengo la sensación de que le cuesta ser profeta en su tierra y jugar en casa. Viene de cantar Radames en el Covent Garden de Londres y su presencia fuera de España es importante, también en casas de primera fila como la Ópera de Viena. Está previsto que abra la próxima temporada en el Teatro Real con Otello, precisamente, y este mismo año ha cantado Aida en Oviedo y en Málaga, Turandot en Sevilla… Y sin embargo llama la atención su ausencia en otros escenarios como Les Arts, en Valencia, el Liceu en Barcelona o las temporadas líricas de Las Palmas y Tenerife. ¿A qué se debe esto, si es que hay una explicación que pueda compartirse aquí? ¿No le han llegado propuestas, no han cuajado las que han llegado o simplemente no hay feeling con los responsables artísticos de esas casas?
Para mí es todavía hoy algo sorpresivo en el caso de Les Arts y el Liceu, dos teatros donde he cantado mucho tiempo atrás y donde ahora llevo ya unos cuantos años sin trabajar.
En Canarias la situación es distinta, es mi casa y hay un silencio administrativo que me produce una profunda tristeza. Las islas son mi casa, allí está mi gente, allí tuve éxitos importantes al inicio de mi carrera y sin embargo allí no puedo actuar y eso me duele, para qué negarlo. Hace quince años que no canto en Tenerife. Es verdad que hubo una tentativa para hacer Sansón y Dalila, precisamente, pero vocalmente no me fue posible abordar el personaje en ese momento, por cuestiones de agenda.
Yo he desistido ya de esa batalla. No es que no quiera cantar en casa, estoy deseando hacerlo y estoy abierto a cualquier propuesta que pueda llegar. Pero a estas alturas de mi carrera, habiendo demostrado todo lo que he demostrado, tanto en España como en el extranjero, yo no puedo dedicar más esfuerzos a algo que no me explico.
En el Liceu por ejemplo canté durante cinco temporadas, debuté allí Manon Lescaut, colaboré con el teatro para un video viral durante la pandemia, hice el Otello que decíamos antes con Dudamel… y sin embargo no tengo planes para volver por allí.
Y lo mismo en Les Arts, donde fui durante mucho tiempo el tenor que más había cantado en ese escenario, en los tiempos de Zubin Mehta precisamente. Pero desde el 2021, que hice allí Cavalleria rusticana y Pagliacci, nada más he vuelto a saber.
Y la situación en Canarias es algo que no me puedo explicar, francamente. Haciendo en Las Palmas y en Tenerife el repertorio que yo canto, ¿cuál es la razón para no contar conmigo? A mí me entristece mucho esta circunstancia, no poder cantar allí para mi gente, no poder pasar más tiempo en mi tierra…
Yo lo he intentado, pero la respuesta ha sido el silencio. Yo al menos desearía tener una respuesta, aunque sea negativa, y una explicación. Cada responsable artístico es dueño y señor de lo que programa y de las decisiones que toma, faltaría más. Cada uno tiene sus preferencias y tiene sus motivos, pero el silencio es ofensivo y no creo que sea la respuesta que yo merezco. Pero ya digo, a estas alturas de mi carrera, tampoco voy a ocultar el pesar que todo esto me ha causado y me causa a día de hoy.
Hablemos también de la profesión, de la realidad actual de los cantantes líricos profesionales. A veces tengo la sensación de que hay una cierta desmovilización. Hay un sindicato en activo, con la pretensión de pelear por un serie de causas, pero me parece que al final se impone el individualismo, como si cada uno hiciera de su capa un sayo. Y al mismo tiempo me consta que una gran amistad y compañerismo entre muchos de los artistas. ¿Cómo está la profesión a día de hoy?
La cuestión del individualismo es evidente. Después de la pandemia las circunstancias de trastocaron y el ambiente está enrarecido. Es difícil explicarlo, pero se ha generado una adversidad general que nos afecta a todos, en mayor o menor medida. Es verdad que surge el sindicato y que entre todos, de un modo u otro, se buscan soluciones. Pero la incertidumbre es grande y es mayor que todo eso.
Los recortes y los ajustes son constantes, los teatros tienen la difícil tarea de cuadrarlo todo para que el espectáculo pueda continuar y todos luchamos por trabajar y mantenernos, pero hay compañeros que se han quedado por el camino, que han desistido, incluso con voces interesantes, rendidos ante la adversidad. Y es como si todos estuviéramos alerta, conscientes de que las cosas se pueden poner feas en cualquier momento. Por otro lado el coste de la vida ha subido mucho en estos años.
Sí, también le iba a preguntar por esa circunstancia. Imagino que los artistas que gozan ya, como pueda ser su caso, de una trayectoria asentada y de largo recorrido, lo tendrán relativamente más fácil, pero me cuesta imaginar el encaje de bolillos que tiene que hacer un joven intérprete, con un caché pequeño, para hacer frente a los costes de pasar un mes y medio en una gran capital, teniendo que descontar además los impuestos y la comisión de agencia. Al final, habrá compañeros ahí fuera trabajando para sobrevivir, casi en un sentido literal.
Así es. Los cachés son los mismos desde hace diez años pero el coste de la vida se ha duplicado. Hay muy pocas seguridades y cada uno en su nivel y en sus circunstancias, pero lo cierto es que todo ha dado un paso atrás en este aspecto.
Me constan casos en los que hay cantantes que se ven forzados a renunciar a un determinado contrato porque no les salen las cuentas entre el coste de vivir fuera de una ciudad, los impuestos y demás.
La nostalgia de los grandes divos de hace décadas hace a veces que nuestra profesión se vea de una manera un tanto desfigurada e irreal. No digo que vivamos mal, no digo que pasemos penurias, pero la carrera de un cantante medio no es tan lucrativa como pueda pensarse ahí fuera.
Creo que muchos colegas hacen de tripas corazón para seguir cantando; al fin y al cabo esta es una profesión de largo recorrido a la que se ha dedicado mucho tiempo de formación y esto hace que tirar la toalla sea la última opción, pero ya digo que las inseguridades e incertidumbres se han acrecentado y eso quizá tenga que ver con esa impresión de individualismo y sálvese quien pueda.
En linea con estas cuestiones no deja de llamarme la atención la espiral de anticipación en la que teatros y agencias se han ido enredando, con compromisos cerrados hasta 2030, como mínimo. Y al mismo tiempo hay cantantes, incluso de primera fila, que se encuentran de repente con cinco o seis meses libres, sin trabajo. ¿Cómo se explica esto?
Este es un tema de conversación habitual entre compañeros, en la profesión. Y desde luego es muy distinta la situación del cantante que es más mediático o que está en un momento muy dulce de su trayectoria, incapaz de asumir todos los compromisos que le ponen sobre la mesa. Para cualquier artista da pavor tener meses en blanco en la agenda, es algo que genera mucha incertidumbre, no solo económica sino también personal, te hace cuestionarte tu propia valía incluso, llegas a dudar de ti mismo.
Por otro lado esos huecos en las agendas son los que a veces propician que estés libre para sustituir a un colega de un día para otro; a veces los mayores éxitos para un cantante llegan así, sin planificación alguna. La anticipación es un mal endémico e inevitable y nos genera también mucha incertidumbre porque realmente uno no sabe cómo va a estar su voz de aquí a cinco años, por más que pueda suponerlo si todo va bien, etc.
Repito en todo caso que todo esto ha cambiado y se ha precipitado a raíz de la pandemia. Digamos que el fluir de contrataciones era normal hasta la pandemia y a partir de ahí, como dice el tango, todos nos hemos visto de un modo u otro en el lodo.
Por terminar, ¿cuáles son sus próximos proyectos, qué citas destacaría en su agenda por venir?
Este año es importante precisamente por las dos producciones de Otello que tengo sobre la mesa, esta de ahora en Bilbao y la de septiembre para abrir temporada en el Teatro Real. En junio estaré también en Roma cantando Don José en Carmen. En julio tengo un concierto maravilloso con mi querida amiga Anna Netrebko, en el ciclo Santa Catalina Classics, en Las Palmas de Gran Canaria. Para mí ha sido una alegría tremenda poder volver a cantar en mi tierra, y tan bien acompañado, con Anna y con la Filarmónica de Gran Canaria y el maestro Chichon. Haré además un repertorio que incluye arias y dúos nuevos para mí. Estoy muy emocionado con este concierto.
Fotos: © Emilio López